SOMOS



Cristianos.
Sólo eso.
Llamados por el Maestro a seguirle.
Desde distintas comunidades cristianas.
Son Iglesias hermanas.
Separadas por lo accesorio.
Y unidas en el centro, como radios de rueda confluyentes.
Unidas en Jesús, el Cristo.
Con la voluntad y la necesidad de encontrarnos en El.
Porque creemos que la gloria del Padre es que sus hijos estén unidos.
Sabemos que sólo El tiene el poder de juntarnos olvidando lo que nos separa.
En Taizé ha sido posible. Aquí, ¿por qué no?

Quienes se apunten a este camino,
quienes queráis regar esta semilla
...pasad y sentaos.




martes, 30 de abril de 2013

Al partir el pan

Sólo podemos dar gracias al Padre por este grupo que se junta cada viernes al calor de la Palabra y al estilo de Taizé. Un grupo sin objetivos, con la simple pretensión de juntar a unos cristianos de distintas confesiones que han decidido superar prejuicios del pasado y reunirse en torno al mismo Jesús.
Hoy la capilla se ha llenado. Nuevas caras, de grupos y espiritualidades distintas, de un amplio rango de edades, esta vez más elevada, pero con la misma fe en Aquél que nos convoca allí cada viernes.
Nos preparó la oración Amaia, que se estrenaba en esta tarea y lo hizo muy bien. Eligió un texto precioso de Emma Martinez Ocaña, que podéis leer en el archivo de oraciones, junto con el evangelio de Emaús.

Compartí mi oración fijándome en el momento clave para mí de la historia que se relata: el momento en que reconocen a Jesús al partir el pan. A menudo leemos esta página clave del evangelio poniendo el acento en otras escenas del pasaje: a veces caminamos desencantados, Jesús nos sale al encuentro, relee nuestra historia con sus ojos, le pedimos que se quede en nuestras noches,...
Pero esa tarde no podía apartar mi mente de esa frase: "...tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron".

Fue en ese momento y no en otro cuando le reconocieron. Fue al partir y repartir el pan. Es entonces cuando experimentan vivo a Jesús.
Este relato está inseparablemente unido al relato del juicio final (Mt 25, 35-40).

Además, reconocer a Jesús al partir el pan es reconocerlo en la mesa compartida a la que todos están invitados.
Y entender las comidas de Jesús es, llegados a este punto, importante para seguir adelante.

En el tiempo de Jesús un buen judío era:
-El varón adulto………no lo son las mujeres, los niños, las prostitutas.
-El puro de raza…….no lo son los romanos, los samaritanos, cualquier extranjero.
-El puro de cuerpo……no lo son los ciegos, los leprosos, los paralíticos, los endemoniados.
-El que conoce y cumple la ley (613 preceptos)…….no lo son los publicanos, los pecadores, los analfabetos, los paganos, las prostitutas.

Pero Jesús habla con la samaritana, se deja tocar por una prostituta, come con publicanos, cura a enfermos,….exponiéndose a la impureza. Llevaba mujeres en su seguimiento, les imponía las manos a los niños,… Jesús se mueve en los márgenes con los marginados por el sistema.


Es igual en sus comidas. Con Leví, recaudador de impuestos. Con Zaqueo, jefe de recaudadores. Y otros no descritos pero sí reconocidos en Lc 7,34 o Mc 2,16: Jesús come con personas con las que un buen judío no puede compartir mesa.

Pero la mesa de Jesús es una mesa de inclusión en la que nadie es mejor que nadie, en la que nadie está excluído por su condición sexual, ni por su etnia, ni por su religión, ni por su cumplimiento de la ley, ni por su pasado, ni por sus pecados...



La mesa que quiere Jesús es la mesa que sueña para el Reino (Lc 14, 16) donde aquellos que viven en los márgenes de los caminos son los que ocupan los primeros puestos.

Y es entonces, en ese pan compartido en las mesas de inclusión donde se hace presente Jesús. Es al partir el pan con aquelllos a los que se le niega el pan o la palabra o la vida, cuando Jesús se hace presente. Mucho más que en los misticismos verticales, si es que ellos no nos lanzan a los pesebres de nuestra historia para adorarle en espíritu y en verdad.



sábado, 20 de abril de 2013

Nuevo hermano en Taizé del País Vasco


El hermano Alois en su meditación del sábado por la tarde, habló sobre el compromiso para toda la vida de un hermano del País Vasco.


viernes, 19 de abril de 2013

Jesús vive !!!!

PASCUA CRISTIANA   (por Joxe Arregi)


Pascua significa "paso", el paso de la vida a la Vida.
Como otras sociedades de agricultores y pastores, los antiguos hebreos celebraban la primera luna llena de primavera: los agricultores comían pan nuevo sin levadura; los pastores, carne de los primeros corderos. La vida revivía, y había que agradecerla. La vida es inmortal, sí, pero frágil, y hay que cuidarla. Eso es la Pascua.

Muchos siglos después, los hebreos añadieron a su fiesta un sentido histórico: el recuerdo de sus antepasados que, guiados por Moisés, se libraron del yugo del faraón. Un Ángel Liberador pasó por las puertas de sus míseros hogares, marcándolas con el signo de la vida y de la libertad. Atravesaron el Mar Rojo y caminaron por el desierto en la esperanza de una tierra que mana leche y miel. Eso es la Pascua: la memoria de la liberación y la esperanza en camino hacia una nueva tierra todavía por alcanzar.

Vino Jesús de Nazaret y su vida fue toda entera pascual, pues pasó la vida haciendo el bien. Liberó a los oprimidos, curó a los heridos, compartió la mesa con justos y pecadores, fue hermano de todos. Encarnó a Dios, pues Dios es el nombre de la Compasión rebelde, solidaria y sanadora en el corazón de la vida. Por eso le mataron. No murió por decreto divino, ni para "expiar" ante Dios las culpas de la humanidad, sino porque pasó la vida liberando la vida y curándola.

Muchos habían visto en él al profeta de los últimos tiempos, el amanecer de un mundo transfigurado, y le habían seguido por los caminos de Galilea, atestados de mendigos y de enfermos. La muerte en cruz de Jesús golpeó la fe de sus seguidores, pero no la destruyó. María de Magdala, Pedro y muchos más proclamaron que Jesús estaba vivo, pues la vida que se da no puede morir en la tumba. La bondad feliz resucita en Dios, es Dios mismo: el Corazón glorioso de la Vida. Y eso es la Pascua: la victoria del bien, aunque solo sea una semilla o un trocito de levadura.

Luego la teología complicó inútilmente lo que es tan simple y real, tan universal como el bien y la vida. Pusieron el acento en cosas que no habían tenido importancia alguna ni para Jesús ni para sus primeras discípulas y discípulos. Entendieron la resurrección como un hecho histórico y físico sucedido en Jesús por primera y única vez: la súbita desaparición del cuerpo, el sepulcro vacío, la reanimación del cadáver en el más allá, las apariciones físicas solo a unos cuantos... La Pascua pasó a ser un hecho singular del pasado. La fe pascual consistió en "creer que" Jesús resucitó físicamente de la tumba y que sus discípulos lo vieron y comieron con él pan y pescado.

Pero la Pascua no es eso. No es ése el corazón del mensaje ni de la fe pascual. No fueron un sepulcro vacío o unas apariciones físicas las que llevaron a María de Magdala y a Juan, a Pedro y Pablo y tantas y tantos otros a confesar que Jesús vive. Fue la memoria sanada la que trocó las lágrimas en amor más despojado y más fuerte, el desengaño en esperanza contra toda esperanza. Fueron los ojos del corazón los que lo reconocieron presente en el caminante, en el huésped, en el pan compartido.

Así nació la fe pascual, y sigue naciendo en nosotros cada primavera y cada día. "Santo y feliz Jesucristo" cantaron los primeros cristianos, y aún seguimos cantando, pues en él reconocemos la vida que merece la pena, la vida buena y feliz, la vida humana y divina. Y humildemente seguimos diciendo, a pesar de todo: "El Crucificado vive. Su bondad samaritana vive. Su profecía valiente y arriesgada sigue vigente a pesar de la cruz sangrienta y de la tumba cerrada. Dios vive. Dios es la Bondad poderosa y creadora, como un permanente Big Bang, como un infinito corazón palpitante. Dios es el nombre del poder de la ternura. En él vive el Crucificado, y todas las criaturas crucificadas. La Vida no muere, todos los sepulcros están vacíos, la Compasión es más fuerte que todas las cruces".

Feliz Pascua, pues, amiga, amigo. Que tu vida sea buena y feliz.

José Arregi